Buenas!
Hoy no me encuentro demasiado bien. Saber del fallecimiento del gran José Luis Sampedro ciertamente me ha entristecido. Cierto es que no era un niño, 96 años son “muchos” para este cuerpo que nos ha sido regalado pero es una pena que personalidades tan enorme como la suya nos dejen.
Recuerdo cuando leí la que para todos fue su obra maestra, “La sonrisa etrusca” (incluida entre las consideradas las 100 mejores novelas españolas del siglo XX). Yo tenía 17 años y estudiaba 2º de bachillerato. Una tarde que estaba en casa sola con mi hermana, llamaron a la puerta, abrí y era una chica del Círculo de Lectores. Me contó de carrerilla las “mil y una maravillas” de la empresa para la que trabajaba y, una vez terminó, cayó en la cuenta de que yo era menor de edad y por lo tanto no podía suscribirme. Como mis padres no estaban me dio las gracias y después de despedirse me dijo que por haberla atendido con tanta amabilidad me regalaba un libro “La sonrisa etrusca”. La chica se fue y yo preferí no decirle que mi madre ya era suscriptora del Círculo de lectores desde hacía muchos años, un poco porque ella no se sintiera todavía más frustrada y mucho para poder quedarme con aquel libro.
Y es que yo por esa época poco sabía de quien era José Luis Sampedro pero sí que tenía la certeza de que precisamente aquel libro se encontraba en el listado que mi profesora de Lengua y literatura (Ina) nos había entregado para que escogiéramos los seis libros que debíamos leer durante el curso.
De ese modo tan curioso llegó esa maravillosa novela a mis manos. Al día siguiente comencé a leerlo y me enamoró desde el primer instante. Recuerdo que me lo llevaba hasta al baño, tanto fue así que cuando iba poco más de la mitad, se me cayó el libro en la bañera de casa (llena de agua) y el libro se empapó. Tuve que secarlo con el secador de pelo e ir despegando las páginas con sumo cuidado. El libro sobrevivió como pudo y, aunque quedó bastante maltrecho, yo pude acabar de leerlo y de hecho todavía lo conservo. Mi madre no sabía si reírse o castigarme una semana sin salir por “zoqueta”.
Hoy, al enterarme de la muerte de Sampedro, han venido a mi todos esos recuerdos que uno sin saberlo tiene almacenados en la memoria.
De la vida de Sampedro destaco que era un economista con corazón, un hombre de ciencias y de letras, capaz de mirar al mundo sin cortapisas, con ganas de igualdad y con ideales que creemos progresistas y modernos pero que en realidad han existido siempre. Un pensador, un idealista, un humanista, un filósofo. Un hombre lúcido, valiente, comprometido y firme en sus ideas al que a sus más de 90 años no le importó salir a la calle y ponerse al frente del Movimiento 15M, al que puso cara y voz. Y como para muestra un botón, aquí una de sus frases más sinceras y, por ende, más míticas:
“Hay dos clases de economistas: los que trabajan para hacer más ricos a los ricos y los que trabajamos para hacer menos pobre a los pobres.”
He leído en Twitter que no sabemos a quién hemos perdido. Algunos ya nos hacemos una idea. Descanse en paz, José Luis Sampedro.
Por cierto, que la receta de hoy es un Bizcocho de limón. Muy suave y con un ligero saborcito a limón… una delicia. Solo, con un vaso de leche o acompañado con un poco de Mermelada Tartufo de moras y manzana, este bizcocho hizo las delicias de la familia.
Ahí va la receta!
*Nota: seguro que Sampedro, donde quiera que esté, se reirá a gusto leyendo esta viñeta de Forges que El País ha publicao hoy en su honor.
Ingredientes:
185 gr de azúcar
85 ml de aceite de girasol
4 huevos
4 limones (aproximadamente 285 ml de zumo de limón y su ralladura)
Un sobre de levadura química
Elaboración:
Para empezar precalentamos el horno a 180º C, con la bandeja en la posición central y calor arriba y abajo. Encamisamos el molde que vayamos a utilizar.
Lavamos muy bien los limones, rallamos su corteza, exprimimos su zumo y reservamos por separado. Separamos las claras de las yemas y montamos las claras a punto de nieve. En un recipiente mezclamos en primer lugar el azúcar con las yemas y la ralladura de limón. Incorporamos el zumo de limón y volvemos a mezclar.
Añadimos la harina que debemos tamizar junto con la levadura y removemos hasta que se haya integrado por completo. Por último incorporamos las claras y removemos con movimientos envolventes para que conserven la textura en la medida de lo posible.
Vertemos la mezcla en el molde que habíamos encamisado y lo introducimos en el horno. Cocinamos a 180º C durante aproximadamente 35 minutos, hasta que esté dorado (podemos hacer la prueba de la puntilla para saber si está listo). Dejamos reposar unos minutos y luego desmoldamos y dejamos reposar sobre una rejilla.
Listo para comer!