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Channel: Las recetas de la familia Tartufo
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Natillas caseras. Book + Food: 1080 recetas de comida.

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Buenas tardes!

Hace unos días estuve reflexionando acerca de las recetas que normalmente uno (una en mi caso) busca en Internet...

Yo por ejemplo suelo buscar cosas de lo más sencillas, casi siempre cantidades exactas, a veces temperaturas o tiempos de cocción pero que la mayor parte son recetas de siempre y que, casi siempre, siguen fórmulas más o menos exactas (teniendo presente que cada maestrillo tiene su librillo). Por ejemplo la cantidad de leche que echarle al arroz con leche, el tiempo que tarda en asarse una lubina, cómo saber si un asado está listo, cantidades de una bechamel, cuánto azúcar llevan unas galletas de mantequilla, etc. Cómo digo, cosas muy sencillas, pero que a mi (ama de casa que tiene la "fortuna" de cocinar a veces porque para eso se ha liado con un cocinero) a veces se me escapan.

Para cosas como estas me hubiera venido muy bien en el pasado haber contado con el conocidísimo libro de 1080 Recetas de cocina de Simone Ortega. Pero en mis tiempos mozos una estaba a otras cosas y yo ni sabía de su existencia. Eso sí, la cocina y sobre todo la comida siempre han llamado mucho mi atención y por eso (y también porque cuando era niña prefería estar con los adultos antes que con los niños y sin embargo ahora prefiero estar con los niños antes que con los adultos) siempre me colaba en la cocina a ver que se cocía por allí y sobre todo a ver si me dejaban "pisquear" una cosilla, que para algo era la mayor de las nietas.

1080 recetas de cocina. Simone Ortega.


Así que me hice mayor y de repente me di cuenta de que tenía una ligera idea de cómo se hacían muchas cosas pero muy pocas recetas concretas almacenadas en mi cabeza. Así que Internet (y el señor Google) siempre fueron (y siguen siendo) unos grandes aliados. Aún así mis mayores y más fiables bases de datos culinarios han sido, son y seguirán siendo mi señora madre y el señor Tartufo, mis maestros en las cosas de guisar y tantas otras cosas.

Cuando me independicé y empecé con esto de cocinar, lo menos que me apetecía era hacer un potaje. Todo era nuevo y exótico y yo me encontraba ávida de explorar entre fogones y probar nuevas y extravagante recetas. Si a eso le sumamos el haberse ido a vivir con un cocinero (con el que nunca se cumplió aquello de "en casa del herrero cuchillo de palo")... Ya se pueden hacer una idea.

 No tarde demasiado en darme cuenta que la cocina de siempre era "de siempre" por algo y es porque es la buena de verdad. Y así comencé a echar mucho de menos los guisos de mamá y de mi abuela. Entonces comencé a recopilar recetas suyas con las que iba experimentando.

Pero fue cuando me convertí en madre, y sobre todo cuando mi hija empezó a comer sólidos, cuando verdaderamente me di cuenta de lo importante que era saber hacer buena cocina: unos macarrones, un potaje, unas croquetas, una ropa vieja, un puchero... Qué bien me habría venido en esos días las 1080 recetas.

Así que, como decía, el libro de la señora Ortega llegó a mi algo tarde cuando ya sabía cocer una arroz y elaborar un bizcocho. Sin embargo, en mi constante búsqueda del conocimiento, sigo echando mano de este libro (que bien viene que esté editado en forma bolsillo) para buscar cositas de vez en cuando.  Lo que sí tengo claro es que cuando se independicen las generaciones venideras, 1080 recetas de cocina será mi regalo.... Es toda una inversión si esperas que te inviten a comer a casa jajajaja.

Cómo hemos dicho en alguna ocasión, este blog nació con la intención de convertirse en un recetario de cocina para nosotros, para ustedes que están ahí pero sobre todo (y lo más importante) para nuestra hija. Como quiera que mi hija está creciendo entre fogones y siempre anda "cocinando" y con  el delantal puesto, es posible que no necesite buscar las mismas cosas que su pobre y desmemoriada madre o quizás sí... Yo por si acaso le iré dejando por aquí alguna que otra elaboración básica, que pueden venir bien a muchos y muchas (y a mí la primera). Quizás esa fue también la intención de doña Simone Ortega en su día.
Pues bien para inaugurar esta sección y al mismo tiempo retomar otra que nos gusta mucho, hoy nos marcamos un recetas básicas acompañado de este book + food del libro 1080 recetas de cocina de Simone Ortega.

Simone Ortega (quien en realidad se llamaba Simone Klen Ansaldy) nació en la Barcelona de principios del siglo XX. Compaginó su trabajo como escritora con su otra gran vocación, la de maestra de instituto. Se casó con José Ortega Spottormo (hijo de Ortega y Gasset) empresario editorial que, entre muchas otras empresas, creó el grupo PRISA. Fue con el apellido de su marido con el que Simone decidió firmar sus libros, de entre los que destaca éste del que hoy les hablamos  al ser uno de los más vendidos en nuestro país. En 1987 Simone recibió el Premio Especial de Gastronomía.

Como he dicho, este 1080 recetas, no es otra cosa que un cuaderno de bitácora que pretende guiar los pasos de quien se inicia en la cocina, de quién quiere aprender las recetas de toda la vida.

Y para presentar este libro (y nuestra nueva sección) nos hemos decidido por unas Natillas de las de toda la vida. Y es que creemos que esta receta representa cumple todas las premisas que hoy nos planteábamos: recetas que la gente suele buscar en Internet, recetas sencillas cuyas cantidades o temperaturas hay a quién (a mí) se le escapan, recetas de toda la vida (de las que hacen las mamás). Eso sí presentamos la receta con ciertas variaciones porque (como dije antes) cada maestrillo tiene su librillo (si quieren la autentica receta de Simone, compren el libro!!).



Ingredientes: (para 6 personas)

Un litro de leche
6 yemas de huevo (grandes)
6 cucharadas soperas de azúcar (bien colmadas)
La cáscara de medio limón (sólo la parte amarilla)
Una vaina de vainilla
Una rama de canela
Una cucharada sopera de maicena


Para decorar:

Galletas tipo María
Canela en polvo


Elaboración:

Ponemos la leche a fuego medio junto con la cáscara de limón (que previamente debemos haber lavado en profundidad), la vainilla (que previamente habremos desgranado) y la rama de canela y dejamos que llegue a punto de ebullición. Entonces retiraremos del fuego y tapamos para infusionar bien la leche. Debemos reservar un poco de leche (bastará con un par de dedos) en la que diluiremos la maicena (hay que evitar que queden grumos) y reservamos.

Mientras tanto ponemos en un recipiente amplio las yemas de huevo y el azúcar y batimos hasta que el azúcar se haya disuelto. Incorporamos la maicena diluida en leche que habíamos reservado y volvemos a batir hasta obtener una mezcla homogénea.

Añadimos a la mezcla de huevos la mitad de la leche que habíamos infusionado, con la ayuda de un colador para poder retirar la vainilla, la canela y él limón (sin dejar de remover para evitar que los huevos lleguen a cuajar). Incorporamos el resto de la leche y seguimos removiendo.

A continuación llevamos de nuevo al fuego nuestras natillas. En esta ocasión si eres primerizo o muy precavido, lo mejor será que las hagas al baño maría, para evitar así que se "corte" la elaboración. Si dominas tu fogón puedes a fuego muy lento y listo. Si dispones de termómetro, deja las natillas al fuego hasta que alcancen los 65º aproximadamente (que es la temperatura justa a la que cuaja el huevo). Si no dispones de termómetro podrás comprobar que las natillas están listas metiendo una cuchara, cuando la mezcla nape la cuchara es que las natillas ya están en su punto.

Procura hacerlas con cuchara de palo removiendo paulatinamente, ya que si lo haces con varillas espumaras demasiado la elaboración y pueden quedar burbujitas después, aunque siempre podremos quitar el exceso de espuma con un cucharon, o directamente dejarla, que estamos en casa y tampoco pasa nada!

Dejamos reposar a temperatura ambiente hasta que las natillas se templen y luego en la nevera durante al menos un par de horas para que las natillas adquieran la consistencia que las caracteriza.

Justo antes de servir decoramos con galletas y una pizca de canela en polvo.

Listas para comer!


*Nota: La vaina de vainilla la podemos volver a reutilizar si la lavamos bajo el grifo y la dejamos secar de nuevo, podremos hacer por ejemplo azúcar avainillado o directamente volver a aromatizar elaboraciones que ella. Nosotros siempre tenemos vaina de vainilla dentro del tarro del azúcar con lo que aprovechamos la vainilla y además conseguimos un azúcar con mucho aroma y sabor para postres y cafés.




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